miércoles, 26 de junio de 2013

LAS TRES HERIDAS




         Para nuestra desgracia parece que el tipo de novela que hay que escribir sobre la guerra civil lo estableció Jaime de Andrade (seudónimo de Francisco Franco) con su obra Raza. Desde entonces han florecido docenas, centenares, por no decir millares de novelas sobre la guerra civil que representan la guerra como un combate demoledor entre unos buenos buenísimos y unos malos malísimos. Los buenos y los malos han cambiado en el transcurso del tiempo, pero la mecánica es la misma. Los autores bien por convicción, bien por ponerse a favor de la corriente política imperante (y los beneficios que eso puede conllevar), dedican sus páginas a ensalzar a los heroicos defensores de la Causa (con mayúsculas). Basta leer Los girasoles ciegos, un éxito reciente de gran predicamento que incluye adaptación al cine, para comprobar como uno puede escribir de manera magistral y a la vez ser víctima de un maniqueísmo sorprendentemente burdo.
         Eso no sucede en esta novela de Paloma Sánchez-Garnica. Desde el primer momento tenemos la sensación de que la historia narrada es algo que tiene el color gris y el sabor amargo de la realidad. En la novela no abundan los personajes idealistas, entregados, o los héroes. Los protagonistas son gente normal, de diferentes ambientes sociales e ideologías, pero todos ellos parecen tener el nexo común de ser víctimas de la historia más que heroicos defensores de causas tan santas como improbables.
Como tengo la fortuna de compartir una cena con Paloma tras ser su presentador en los actos de la feria del libro puedo enterarme de la intrahistoria que hay tras la novela. En parte se relatan las vivencias de su suegro, un labrador de Móstoles al que la república consideraba desafecto y fue destinado a un batallón de trabajos forzados en la sierra madrileña. A estas vivencias familiares se une una trama de ficción.
Ernesto Santamaría, aspirante a escritor (y alter ego de Paloma), encuentra la foto de una pareja en el Rastro y decide investigar las personas y el pasado que se oculta tras ese retrato. Ese pasado se centra en la historia de dos parejas, una de clase media acomodada de Madrid y otra de labradores de Móstoles, ambas se ven sumergidas en la vorágine de la guerra civil. Pero en realidad, el tema es otro, es el de las vidas que llevaban una dirección antes del 18 de julio y que tras el estallido de la guerra tomaron otro, a menudo trágico. Paloma hace hincapié en cómo la guerra dejo un reguero de vidas destrozadas, sin ir más lejos la del mismo Miguel Hernández, uno de cuyos versos da el título a la obra.
La novela trata de ser ecuánime y me recuerda lo mejor de Arturo Barea o Manuel Chaves Nogales, defensores de la causa republicana y a la vez aterrados testigos de los crímenes y abusos que se cometían en la zona republicana. Tal vez estoy estoy haciendo demasiado hincapié en el aspecto político de la novela cuando en realidad, la novela es básicamente otra cosa: una historia de personas y sentimientos, cuando afirmo esto no quiero decir que sea sentimental o, peor aún, “sentimentaloide”. Todo lo contrario, la obra se centra en desgranar las complejidades, miserias y grandezas del alma humana en una situación límite, como fue la guerra civil. Las tres heridas me parece una lectura muy recomendable, especialmente a los que gusten de las novelas de corte clásico, casi galdosiano. Además es una novela amena y de fácil lectura.

Por la habilidad narrativa se nota que Paloma no es una recién llegada al mundo de la literatura. Público su primera obra El gran arcano en 2006, a la que han seguido La brisa de oriente y El alma de las piedras, su mayor éxito hasta el momento y una interesante novela sobre el origen del camino de Santiago. Una autora a seguir.



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