martes, 22 de febrero de 2011

CAVAFIS

Si me dijesen una vida que no me hubiera gustado vivir, una de las que no escogería sería la de Cavafis. Sin embargo su vida, como su obra, es necesaria. Constantino Petrou Cavafis se nos asoma en las fotos con un aspecto atildado y triste, gafas de miope y un bigote tan anticuado como poco favorecedor. Cavafis se dedicó al periodismo (ese negociado de la propaganda) y los británicos recompensaron la adhesión a la causa imperial con un cargo de funcionario en el ministerio de obras públicas egipcio. Su vida fue de una mediocridad absoluta, rutinaria y anodina. Acudía cada día con puntualidad al trabajo en el ministerio para sumergirse en un mar de expedientes, papelotes y archivos necesarios para desempeñar ese trabajo sin interés y alimenticio.
Pocas vidas me parecen que ofrecen un contraste más evidente entre experiencia personal y obra. Si la vida de Cavafis es vulgar su obra es todo lo contrario, porque él en realidad no era lo que parecía, un triste empleadillo, la sorprendente verdad es que aquel hombre era un mago. Su magia se desencadenaba cada vez que cogía un lápiz y una hoja de papel para transformarse él y todo lo que le rodeaba. En esas letras y líneas que escribía de manera pausada, lenta y escrupulosa (rectificaba una y otra vez sus poemas hasta que los consideraba acabados) reinventaba un mundo porque en cada verso aparecía revivida una antigüedad clásica, no la histórica, sino otra tan bella como irreal que tenía el brillo potente y grandioso de los sueños hermosos.
En sus páginas aparece una Alejandría que no se correspondía en nada con la ciudad vulgar, tumultuosa y zafia en la que vivía. Era todo lo contrario, un lugar resplandeciente y bello en el que las pasiones afloran con toda la potencia de la pasión y la urgencia del sexo. Sin embargo, la estilización y la belleza de sus poemas están impregnados siempre por la melancolía, tal vez por la conciencia de la insalvable barrera que existía entre su vida y sus sueños, entre la realidad y el deseo. Uno de los más hermosos es Ítaca, una lectura imprescindible para todos aquellos que llegan por fin a su destino tras muchos avatares, como dos amigas mías hace poco.


Si vas a emprender el viaje hacia Itaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones ni a Cíclopes,
ni a fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.
Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Itaca te enriquezca.
Itaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañará Itaca.
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Itacas.

martes, 15 de febrero de 2011

APOSTILLA A MAURICIO

Releyendo el pasado post compruebo estupefacto que me ha salido demasiado celestial, así que hago una apostilla para rectificarlo y clarificar un poco algunos aspectos sombríos e inquietantes. Es conveniente diferenciar entre la obra que realiza alguien ya las cualidades personales del autor, a Mauricio le admiro en sus obras pero dudo mucho que aguantase más de diez minutos a su lado. Junto a una serie de virtudes evidentes, también creo entrever aspectos oscuros que no he señalado.
Mauricio es un tipo clasista y un esnob consciente y orgulloso de sí mismo, basta asomarse a su página y ver la galería de fotos de su página web para ver a un personaje peripuesto que parece provenir de un pasado ya desaparecido. Habla con una verborrea llena de pedantería y cultura clásica, sabe todo de todo y está bastante pagado de sí mismo.
¿En que medida hace esto que juzguemos sus libros de otra manera? De ninguna, una aspecto es la obra y otra su autor, enjuiciar una obra por las características morales o cualesquiera otras del autor me parece una de las cosas más estúpidas que pueda hacerse.

viernes, 11 de febrero de 2011


MAURICIO WIESENTHAL

Me pregunta mi amigo Sergio sobre Mauricio Wiesenthal precisamente cuanto estoy acabando su libro El esnobismo de las golondrinas. ¿Qué decir de Mauricio? Pues puedo decir que sus obras no me gustan… me fascinan.
Los libros de Mauricio son una mezcla experiencia viajera, memoria biográfica, erudición y amor a la cultura europea. Me refiero a sus dos títulos más famosos, el citado anteriormente y el Libro de Réquiems, aunque su obra abarca casi un centenar de volúmenes que incluyen novelas, biografías, ensayo e incluso poesía.
Recomiendo leer vidas de escritores porque después uno puede leer cualquier cosa sin caer en el aburrimiento. Salvo excepciones son vidas aburridas de hormiguitas trabajadores dedicadas a su labor de juntar letras (de ahí la tendencia a inventarse historias inverosímiles sobre sí mismos). Por el contrario la vida de Mauricio parece apasionante y apasionada, es un bon vivant que ha recorrido medio mundo moviéndose en los círculos elegantes y cultos de la sociedad con su estética de caballero old-fashioned. Me recuerda de manera evidente a la figura de Stefan Zweig, a quien considera su maestro. Mauricio es, en definitiva, todo lo contrario del “belenestebanismo” pujante de hoy en día.
Nacer cuando las luces se apagan es el nombre de sus memorias, un título muy adecuado para un hombre que nace cuando la Segunda Guerra Mundial está a punto de acabar llevándose para siempre los modos, maneras, ética y estética de la vieja Europa. No encuentro mejor ilustración que esta foto suya en el Café Florian de Venecia, elegante, pasado de moda, rodeado del aura que desprenden las piedras y la historia de la Plaza de San Marcos, que como la vieja Europa se hunde de manera irreversible.

miércoles, 2 de febrero de 2011


CONVERSACIONES CON UN VERDUGO

Leo con interés el interesante libro de Kazimirc Moczarski Conversaciones con un verdugo en que nos retrata la peculiar psicología de Jurgen Stroop, el criminal de guerra nazi responsable de la aniquilación del gueto de Varsovia. Moczarski, un resistente polaco encarcelado por los comunistas tras la guerra, comparte celda con el durante casi un año, hecho que le sirve para mostrarnos como era y qué pensaba al tiempo que nos desvela su vida. Un demonio como yo debe reconocer que Jurgen cae bien, es racista, autoritario, machista, xenófobo, militarista, mujeriego, fumador y un montón de cosas que le condenarían hoy en día a la exclusión social y al infierno progre-laico. Sin embargo, por paradójico que parezca, lo que más me llama la atención es la modernidad que desprende el personaje. Me explico.
En la actualidad Jurgen sería una estrella imbatible en uno de esos partidos que por misteriosas razones que no llego a discernir utilizan en su nombre el adjetivo de Popular u Obrero. Si no me creen vean el perfil del sujeto. Jurgen no es muy listo, no tiene oficio ni beneficio y carece de cultura. No es un tipo audaz que se haya jugado la vida en los tiempos duros en que el partido nazi era un grupo de idealistas pirados y agitadores visionarios. De hecho, se afilia en 1932 cuando todo tipo de arribistas se acercan al partido a ver si pueden sacar algo.
Como se puede ver, es un hombre mediocre que tiene poco que ofrecer. Ni siquiera ha tenido un papel destacable durante la primera guerra mundial, al no ser que se valore de manera positiva una notable habilidad para escaquearse de la primera línea de fuego.
Todo esto no va en perjuicio de que trepe de manera imparable hasta alcanzar el grado de Teniente General de las SS. Tal vez sea un hombre mediocre pero es servil y tiene cierta capacidad retórica. Aunque no es muy culto, sabe que tampoco necesita la cultura para nada, le basta con tener una verborrea imparable hilvanada con cuatro lugares comunes que repite machaconamente mezclados con consignas y muletillas. Si a esta verborrea unimos el culto al Jefe y una lealtad inquebrantable a los principios de la Causa (variables según el momento y el Jefe) tendremos un retrato de cualquiera de los politiquillos que sufrimos hoy en día.
Si hay alguien que dude aportaré un dato más: una vez alcanza el poder Jurgen cobra un gran sueldo al que le acompañan coches oficiales y residencias lujosas, frecuenta restaurantes de lujos y lleva una vida muelle. Un adelantado a su época.