jueves, 7 de abril de 2011

A SANGRE Y FUEGO


En todas las épocas hay libros que deben ser enviados a la hoguera para que sus perniciosas enseñanzas no se extiendan y las miasmas de su maldad no afecten a los inocentes.

Hoy me ocuparé de uno de esas obras, me refiero a A sangre y fuego, un libro de relatos sobre la guerra civil del periodista Manuel Chaves Nogales, figura que hoy en día varias editoriales están recuperando de un inmerecido olvido.

El primer cuadernillo del Capitán Trueno tenía el mismo título. Y no puedo dejar de pensar que la guerra civil, tanto en las obras de ficción como en las “históricas”, tiene cierto planteamiento de tebeo.

El canon para contar una historia de la guerra civil lo estableció Franco en su novela Raza, aunque es mucho más conocida su adaptación cinematográfica. Hoy en día dicho canon sigue totalmente vigente. La guerra civil es un enfrentamiento entre unos buenos muy buenos y unos malos muy malos. Los buenos son individuos seráficos y un dechado de virtudes. A éstos se les opondrán otros extraídos de las cavernas infernales. No hay error posible, todos los buenos están en un lado y todos los malos en el otro, no existe la duda, el claroscuro o las medias tintas. Es una lucha entre luz y tinieblas. Para fortuna de todos, al final los buenos ganan a los malos (en 1939 o cuarenta años después).

Este es el dogma o, mejor dicho, la tontería.

Manuel Chaves se sale totalmente de la ortodoxia para ofrecernos un panorama muy diferente. Los milicianos no son figuras ejemplares, en las milicias hay cobardes que huyen del frente, grupos de saqueadores y asesinos que aprovechan el caos de la retaguardia republicana y, también, idealistas heroicos. En el elenco de personajes hay desde señoritos de buen corazón hasta falangistas feroces, pasando por comisarios dogmáticos capaces de matar a su padre (literalmente) por la causa. Nada es blanco y negro, todo tiene el color grisáceo de la realidad y el poso amargo de la verdad.

La historia personal de Chaves le hace invulnerable a la crítica. Es un hombre de izquierdas, republicano y de ideas sociales avanzadas cuyas simpatías por las clases populares se deja traslucir en cualquiera de sus relatos. No es un dogmático, no suelta sermones y sus historias no tiene afán ejemplarizante. Fue testigo de una guerra feroz cuyos ideales pronto se ahogaron en un mar de sangre y así la refleja.

En su prólogo nos hace saber que las historias que componen el volumen están basadas en hechos reales de los que tuvo conocimiento. Muchas cosas de las que cuentan no le gustan, pero no calla por el bien de la causa. Es un hombre honrado que paga su atrevimiento con en el exilio y el desprecio de ambos bandos. Sin duda, los acérrimos enemigos habrían coincidido en la necesidad de fusilar a un testigo tan molesto.

Lo dicho, no lo lean, sigan el dogma de la ortodoxia que mantendrá sus almas en la paz dichos de los elegidos.

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